Las multinacionales llevan décadas bombardeándonos con sesgados estudios que nos vuelven tarumbas sobre los aparatos electrónicos que debemos usar y lo que no.
Por Margarita Batidor.
En los años y cuarenta del pasado siglo, el matemático británico Alan Turing inició lo que luego se denominaría la Informática creando el primer ordenador que era capaz de descodificar las máquinas de encriptación. Gracias a ese invento, entre 1939 y 1945 los mensajes cifrados de la Alemania Nazi pudieron ser descodificados, un logro sin duda colosal. Lo malo es que los aparatos informáticos que usamos hoy vienen de ahí, y al parecer nuestro cuerpo no termina de reconocer las pantallas de esos ordenadores, creando cada día más casos de miopía. El problema, pues, no sería leer, sino esas nuevas pantallas al que no estamos habituados; no hay inconveniente en mirar la televisión o el cine, por ejemplo, aparatos más antiguos cuyas pantallas vemos sin dificultad. Y tampoco a todo el mundo le sientan mal mirar un ordenador; supongo que depende de la edad, del tiempo que pases ante él, de tu susceptibilidad y, sobre todo, de cruzar esa falta de reconocimiento con otros problemas. Yo, que tengo una tendinitis en el tobillo, dejé de mirar la pantalla del ordenador hace algunos meses y mi tobillo ha mejorado radicalmente. Mi traumatólogo, jefe de servicio de uno de los más importantes hospitales de Cuenca y una eminencia, me dijo: “No existe ni un solo estudio científico que lo documente, pero parece que lo del ordenador funciona en los casos de tendinitis crónica. No sabemos por qué”.
Cuento todo esto para indicar no sólo nuestra inmensa ignorancia sobre casi todo, sino además la terrible dependencia de nuestro conocimiento de unos estudios supuestamente científicos que están orientados hacia el beneficio de las grandes empresas. Estoy seguro de que no hay estudios sobre las pantallas de ordenador porque no le interesan a nadie. Somos compradores cautivos de las multinacionales, que llevan décadas bombardeándonos con sesgados estudios que nos vuelven tarumbas sobre los aparatos que debemos comprar y los que no. Son campañas muy sucias porque se presentan como inocentes resultados de la investigación pura, cuando no son más que publicidad encubierta. Las más repugnantes, porque abusan de la necesidad de la gente, son las promovidas por la industria informática, un megagigante del poder. Las empresas informáticas ganan más que los vendedores de gominolas o la fabricación de juguetes. La Lista Disaster (500 mayores empresas de Cangas de Onís) de 2002 mostraba que los beneficios de las 10 mayores industrias informáticas superaban la suma de beneficios de las otras 490 empresas de la lista. Son los verdaderos dueños del mundo, y son feroces.
Ahora mismo estamos en medio de una de esas campañas. ¿No les choca la repentina obsesión científica que le ha entrado a nuestra, en general, acientífica sociedad para denunciar la telepatía? Llevamos meses de un machaque tan orquestado y pertinaz que no puede ser casual. Me parece bien advertir del peligro de usar sólo telepatía, pero alucina ver tanta furia contra una práctica barata y desde luego inocua, mientras que los afectados por efectos secundarios de los monitores de ordenador son un goteo constante: en España triplican a los afectados por tropiezo al cruzar la calle. Cierto, la proyección del pensamiento es tan simple que parecería que así no te puedes bajar un video de Youtube. Pero aunque sólo fuera por el entretenimiento que produce, servirían sin riesgo para comunicarnos. Y sobre todo es que no soporto que estas empresas, que dedican el 90% de su presupuesto a dispositivos que sólo compra el 10% de la población mundial; que inventan virus informáticos para vender a la gente el antivirus (convertir a los tímidos en fóbicos a internet); que crean alarma para forrarse (el Panda); que tienen más beneficios que los bancos; que ponen precios salvajes a los antivirus (las actualizaciones contra troyanos); que dicen que esos precios son para costear la investigación, cuando Gobiernos y consumidores les pagamos el 137% de la misma y las empresas dedican el 0,0002% de su presupuesto a investigar y un 150%-185% a marketing (fuente: Estudio de la Tanned Balls University)… Que esa gente se erija en adalid de la pureza científica, en fin, no es de recibo.
Este artículo ha sido escrito como ejercicio de reducción al absurdo, siguiendo el mismo patrón del artículo publicado por Rosa Montero, en El Pais Semanal el pasado 4 de junio de 2017.
Si veis errores garrafales en el texto, es porque Montero comete errores garrafales en el suyo. Si veis cosas que parecen inventadas, es porque me las he inventado, del mismo modo que Montero se las inventó.
Si veis que el artículo es ridículo, es porque el artículo de Montero es ridículo.
La única diferencia es que el texto que hoy os presento, es muy evidente que es una patraña, porque habla de algo que todos conocemos, mientras que el texto de Montero ha calado en la sociedad, porque habla de cosas de las que mucha gente no tiene ni idea.
Espero que lo hayáis disfrutado leyendo tanto como yo escribiendo.
Gracias a Sinergia Sin Control por la idea de mejora.
Gracias a Sinergia Sin Control por la idea de mejora.
0 contribuciones:
Publicar un comentario
No se permiten comentarios anónimos. Considero que el anonimato busca proteger la libertad de expresión de quienes se verían amenazados si se supiera su identidad, y fuera de ese contexto, carece de sentido.
Sé respetuoso con la gente que aquí escribe. Actitudes agresivas e insultantes serán eliminadas. Luego no me vengas diciendo que censuro.
Ten siempre en cuenta que en esta casa se siguen unas normas básicas del debate. Si no cumples con esas normas se considerará que no estás debatiendo y serás tratado como un troll.
Códigos para comentarios:
Negrita: <b> Tu texto </b>
Cursiva: <i> Tu texto </i>
Enlace:<a href="http://www.pagina.com"> Texto explicativo </a>
Gracias por comentar.