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jueves, 14 de mayo de 2015

Porque #YoTambiénComoSinMiedo

En ocasiones, cuando se realiza un nuevo descubrimiento, o avanza el nivel tecnológico en un determinado campo, o, en general, se produce un progreso científico, aparecen sectores de la sociedad que se oponen, subrepticia o abiertamente, a dicho progreso.

En ocasiones esos detractores del progreso tienen buenos motivos para serlo, pero generalmente los motivos son, o bien por ignorancia del avance en sí o de sus significados e implicaciones, o bien por motivos puramente ideológicos, y casi en ningún caso responden a motivos sólidos desde una perspectiva eminentemente científica.

En ocasiones esos detractores intentan racionalizar su ideología —o hacer que aparente ser racional— manipulando la realidad para que se acomode a sus propias disposiciones, ya sea deformando directa o indirectamente los resultados, mintiendo, tergiversando o reinterpretando ad hoc las evidencias científicas para que se amolden a sus irracionales creencias.

En ocasiones estas técnicas resultan ser inútiles y terminan imponiendo su perspectiva anticientífica atacando abiertamente a este científico o a aquel grupo de investigación, los que en realidad únicamente están sosteniendo una postura empírica, científica, e incluso llegan al extremo de amenazar al investigador correspondiente por el único motivo y culpa de querer divulgar la realidad demostrada y hacer llegar el conocimiento científico a la sociedad. Algo que tanta falta hace.

Todos conocemos la historia de Galileo y de sus problemillas con el tribunal de la "santa" inquisición. Sin embargo, de lo que estoy escribiendo ahora no es de historia, sino de una anécdota que ha sucedido hace escasos días. Sí. En pleno siglo XXI.

Bien.

Imaginad que en un determinado momento de la historia, la humanidad inventa una nueva tecnología.

Una tecnología que, en realidad, no es más que una copia mucho más precisa y exacta de un proceso que, al fin y al cabo, sucede normalmente en la naturaleza.

Una tecnología que permite, según cómo la emplees, hacer que un celiaco pueda comer trigo sin sufrir ningun tipo de problema.

Arroz dorado. Fuente
Una tecnología que nos puede proporcionar una variedad de arroz que aporte una dosis importante de ß-caroteno, algo realmente útil en lugares donde el arroz es la base de la alimentación y el acceso y la disponibilidad de alimentos ricos en esta vitamina son muy limitados, siendo en estos lugares la deficiencia de vitamina A un problema de salud pública.

Una tecnología que favorezca que los diabéticos puedan inocularse a diario y sin ningún tipo de problema ni riesgo la insulina humana, sin tener que recurrir a insulinas de animales, y sin que ningún ser humano tenga que donar plasma previamente. Ídem con otros tipos de productos relacionados con la salud.

Una tecnología que nos permite crear cultivos que sean resistentes a determinadas plagas, algunas tan peligrosas como los gorgojos, sin tener que emplear para ello pesticidas, ya que es la propia planta la que produce una molécula que es altamente específica, es decir, que sólo afecta a los gorgojos, en el ejemplo, y que además implica un menor impacto para el medio ambiente, ya que tan sólo los gorgojos que se intenten alimentar de la planta se van a ver afectados por el plaguicida.

Una tecnología que nos proporciona un algodón de fibras extraordinariamente resistentes, algo que puede servir desde para la fabricación de prendas de mejor calidad, hasta la producción de los billetes de euro.

Una tecnología que nos permite producir plantas, o bacterias, que literalmente se coman determinados contaminantes, como el petróleo o los residuos industriales presentes en vertidos tóxicos accidentales, mediante una técnica que hemos denominado biorremediación.

Una tecnología que nos proporciona plantas extraordinariamente resistentes a condiciones ambientales extremas, como la sequía, el estrés salino, las enfermedades, las inundaciones, el calor o el frío extremos, etc., mejorando así la productividad.

Tomate púrpura, preventivo de
ciertos tipos de cáncer. Fuente.
Una tecnología que nos permite crear un tomate que combate el cáncer.

Una tecnología que facilita el uso de terapias génicas.

Una tecnología que nos permite atacar a determinadas enfermedades, como la malaria o el dengue, directamente a la raíz del problema.

Una tecnología que nos permite producir más en menos tiempo, como el caso de este salmón.

Una tecnología que nos puede proporcionar un método de vacunación sencillo y efectivo: a través de la alimentación.

Una tecnología que, en definitiva, tiene tantas posibles ventajas que su potencial de beneficios difícil de imaginar.

Por supuesto, al igual que cualquier otra tecnología o avance, no es ni bueno ni malo per se, sino que depende de cómo se utilice. Pero buscar prohibir esta tecnología porque hubiera gente que la empleara de forma incorrecta —algo que quienes lo afirman, deberían demostrar—, tiene tanto sentido como prohibir los coches porque hay gente que atropella a otra gente, prohibir los aviones porque algunas personas los utilizan para cometer atentados terroristas, o prohibir los ordenadores porque hay hackers que los emplean para llenarse la cuenta bancaria.

Pero para eso existen sistemas de seguridad.

Los detractores de esta tecnología aducen a riesgos de la salud o medioambientales, enarbolando estudios falsos, para, ad hoc, poder justificarlo de una forma que aparente ser científica, aunque no lo sea. Así, nos insisten por ejemplo en el famoso artículo de Seralini, que fue demostrado como fraudulento hace ya tiempo.

Sin embargo, los productos de esta tecnología deben superar unos controles tan estrictos en torno a la seguridad tanto sanitaria como ambiental, que muchos de los alimentos tradicionales nunca podrían llegar ni siquiera a plantearse superarlos. Además, las evidencias empíricas indican que tal riesgo sanitario en realidad no existe. Y que los daños medioambientales generalmente no tienen diferencias significativas con respecto a los sistemas tradicionales, y cuando si existen diferencias, como en el caso de los ejemplos de biorremediación, son siempre a mejor.

Inventan historias sobre grandes monopolios, patentes, registros y privatización de la agricultura, de la alimentación, etc, usando términos como "agronegocio" o aduciendo siempre a algunas de las grandes empresas —generalmente centrándose en una sola, olvidando que hay unas cuantas en realidad—, y toda persona que se encuentra a favor de la tecnología en cuestión es etiquetada inmediatamente como empleado a sueldo de esa empresa.

Pero, en realidad, eso pertenece a un debate distinto que poco tiene que ver en realidad con los beneficios o perjuicios de la tecnología en sí, sino que tiene más relación con el sistema político, económico y/o social. Es como si para justificar lo bueno o lo malo de la informática hablamos del oligopolio del sector por parte de Microsoft y Apple.

Se pueden criticar las empresas sin tener que estar en contra de la tecnología, y se puede criticar la tecnología sin entrar en temas de empresas.

Pero ahora imaginen que un grupo de personas, de esos detractores ideológicos, ataca abiertamente a un científico por sostener una posición meramente divulgativa y que está fundamentada en una profunda y sólida base científica, basada en la evidencia empírica.

Imaginen que llegan al extremo de las agresiones y las amenazas. Agresiones, sí. Y también amenazas. Amenazas de diversa índole, sobre todo por redes sociales, contra el investigador, que solo quiere divulgar la verdad. Sí. Una tradición medieval llevada a cabo con tecnología del mundo 2.0. Amenazas, y también acoso. Podéis ver capturas de pantalla al final del artículo.

El rol de Galileo Galilei está hoy ocupado por el investigador y divulgador valenciano, J.M. Mulet, autor de Comer sin miedo y Medicina sin engaños. En el papel del tribunal de la santa inquisición tenemos a un grupo de fanáticos cuasi-religiosos que ha conseguido, a través de amenazas de todo tipo, que Mulet no haya podido realizar adecuadamente la presentación de uno de sus libros en una Universidad argentina. Y Torquemada ahora se llama Sofia Gatica.


No puedo sino declarar la vergüenza ajena que siento por ese tipo de gentuza.

Otros blogs han hablado de lo mismo. Me parece interesante mencionarlos aquí, para que quede constancia.

Y ahora...

Un video de la no-presentación de Comer sin miedo en la Universidad de Córdoba (Argentina).

Y a continuación, capturas de pantalla varias, para que os hagáis una idea de dónde está el nivel, y para vergüenza de sus autores —no me molesto en pixelar nombres ni imágenes, pues todas estas publicaciones fueron realizadas con una programación de privacidad de Facebook "en público"— o en cuentas de twitter sin "candado".




1 contribuciones:

Amara dijo...

Magnífico post Vary. Cada vez que leo lo sucedido no puedo evitar que salga la rabia y la pena que me produce esta gente. Como he leído a Emilio Molina en uno de los mejores comentarios sobre el tema (en el post de JM):
"Te iba a enviar ánimos, pero qué demonios, el problema real lo tienen ellos. Ánimo, Argentina."

Ellos y todo el que quiera imponer su ideología, de la forma que sea.

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