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domingo, 4 de marzo de 2012

Procambarus clarkii y su devastación (6. Medidas de planificación de control y gestión)


El desastre provocado por la introducción de la especie alóctona de cangrejo puede clasificarse como un desastre desencadenado por un riesgo natural inducido. Aunque se basa en un hecho natural, donde un animal se comporta como invasor desplazando y eliminando fauna y flora autóctona por diversos medios, y modificando el ambiente en el que vive, el desencadenante inicial ha sido la introducción por parte del ser humano. El caso concreto de P. clarkii tiene un radio de acción amplio, ya que ha afectado a la mayor parte de las aguas continentales de la Península Ibérica y a muchos otros territorios europeos. Los ecosistemas receptores tienen una elevada vulnerabilidad por no presentar métodos de control de población útiles y suficientes para combatir la especie introducida. Unido esto a la gran capacidad de adaptación, colonización y modificación del medio de P. clarkii, y de su carácter portador de Aphanomyces, es decir, su elevada peligrosidad, hace de la introducción un riesgo grave para el ecosistema. Sólo hizo falta la introducción de algunas pequeñas poblaciones para que el desastre se desencadenara por grandes extensiones de territorio y en un plazo temporal muy reducido, tan solo cerca de 20 años para extenderse por todo el territorio peninsular.

Dadas las características expuestas, se deduce que las medidas de gestión relacionadas con las poblaciones de cangrejos, o la forma de manejar los sistemas acuáticos con presencia estable de poblaciones de cangrejos deben tener como objetivo básico reducir la presión que esta especie ejerce sobre las praderas de macrófitos acuáticos cuando alcanza altas densidades de individuos y el sistema está permanentemente inundado. El control de las poblaciones de P. clarkii se puede desarrollar en esencia por dos métodos: la pesca controlada y la gestión del régimen hídrico (Gutiérrez-Yurrita et al., 1999). El objetivo de ambos métodos consiste en disminuir la competencia intraespecífica por alimento y refugio manteniendo la densidad numérica y estructura de las poblaciones adecuada para cada objetivo.

Las poblaciones de cangrejos están perfectamente habituadas a los sistemas altamente fluctuantes, tanto estacionalmente como diariamente, debido a que toleran bruscos cambios en factores ambientales como la temperatura (17-22°C), oxígeno disuelto (2-14mg/l) y régimen hídrico. P. clarkii ajusta su ciclo de vida al tiempo de permanencia del agua en los ecosistemas llegando a tener desde una reproducción anual (en los sistemas con menos de 4 meses de inundación) hasta reproducirse casi constantemente (en aquellos sistemas con 12 meses de inundación). De esta forma, con un adecuado manejo del régimen de inundación pueden gestionarse también las poblaciones de cangrejos (Gutiérrez-Yurrita et al., 1999). Se propone que en aquellos ecosistemas temporales donde el cangrejo rojo y tal vez también el señal, han desplazado hasta su extinción al cangrejo autóctono, podrían las especies alóctonas llegar a controlarse mediante la liberación al medio de hormonas juveniles de estas especies de cangrejo, que impida su crecimiento hasta estado adulto. Los siempre juveniles, no llegarían nunca a reproducirse.

De cualquier modo, en la actualidad, no se conocen mecanismos efectivos para la erradicación del cangrejo rojo en las aguas donde ha sido introducido. Por ello, las actuaciones encaminadas al control de sus poblaciones han de enfocarse principalmente a limitar los mecanismos de expansión a zonas aún no ocupadas, y puntualmente a la reducción de las poblaciones existentes. La pesca recreativa, como medida de control, no se ha mostrado eficaz cuando se trata de especies con una elevada capacidad de reproducción. Por ello, la adopción de la pesca como medida de control relativo para estas especies ha de ir necesariamente acompañada de medidas que, de una parte, mejoren la percepción social del problema, y de otra, permitan conocer y documentar su expansión (Cons. A. y D. R. 2009)

A pesar de que la introducción de P. clarkii ha traído consigo un nuevo recurso económico para algunas zonas del Bajo Guadalquivir y ha servido como una fuente de ingresos complementaria para mejorar el nivel de vida de un número importantes de familias, ha provocado cambios ambientales muy importantes, pudiéndose hablar en términos ecológicos de un antes y un después de la introducción para muchos tipos de ambientes acuáticos en todo el país, incluidos varios sectores del Parque Nacional de Doñana y otros parques de importancia ecológica.


(Bibliografía)
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