A estas alturas supongo que todos conoceréis la Ley de la Asimetría de la Estupidez, de Alberto Brandolini. Dice que la cantidad de energía necesaria para refutar una tontería es de un orden de magnitud superior a la necesaria para crear dicha tontería.A estas alturas supongo que todos conoceréis la Ley de la Asimetría de la Estupidez, de Alberto Brandolini.— Vary “ABM” Ingweion, el del sombrero. 🥄 (@VaryIngweion) February 13, 2018
Dice que la cantidad de energía necesaria para refutar una tontería es de un orden de magnitud superior a la necesaria para crear dicha tontería.
De ella se extraen un montón de corolarios. Tanto si hablamos de nivel de esfuerzo, como si hablamos de recursos monetarios, tiempo necesario o cantidad de personas que deben esforzarse. Pero lo traigo a colación solo para llevar a cabo la reflexión.
Otra cosa que a lo mejor ya no conocéis tanto, es lo que se llama Galope de Gish. Es una técnica milenaria y tradicional que se basa en soltar mil quinientas tonterías por minuto, cada cual más estúpida que la anterior, para terminar concluyendo de forma absolutamente falaz algo. Esta sucia técnica hace que el solo esfuerzo de refutar cada una de las tonterías —para las cuales necesitas, obviamente, como mínimo un órden de magnitud más de esfuerzo que el que empleó el autor del Galope— sea inadmisible. Esta técnica es muy empleada por gurus y estafadores profesionales de hoy en día. En la reflexión usaré siempre «galopar» en el contexto particular del Galope de Gish.
Un claro ejemplo del empleo de esta técnica es el señor payés de la Stevia. En sus charlas, este señor galopa de tontería en tontería cubriendo su galope con un halo de misticismo y fomentando en su discurso una fobia a la ciencia, a la medicina, y a todo lo bueno que conocemos, para vender sus plantitas y lucrarse del daño ajeno. A veces me pregunto cómo podríamos hacer frente a eso.
Y es realmente complicado. Porque a estos dos factores —el de la ley de Asimetría, y el del Galope de Gish— se une un tercer factor. El pavo gana un montón de pasta así. Se gana la vida así. Este señor va de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad haciendo gira como si se tratara de un grupo de folk; los espacios públicos abren sus puertas para que su mesianismo se expanda en el lugar y ganar así nuevos feligreses, y sigue galopando mientras, con poco esfuerzo se enriquece.
Yo soy una persona que tiene algo de conocimiento en lo que a fitoterapia y farmacognosia se refiere. Yo soy una persona que podría desmontar, de forma argumentada y con pruebas de la mano, gran parte de lo que dice el payés en cada charla de esas suyas.
Pero ¿Cómo hacerlo? En primer lugar, yo tengo un trabajo que nada tiene que ver con eso, lo que significa que hacer esas charlas y conferencias, escribir esos artículos, grabar esos vídeos, supone un sobreesfuerzo de mi tiempo libre. Incluso aunque 10 personas nos juntemos, nuestro tiempo disponible no es de lejos equiparable al tiempo que él dedica a sus mentiras (que es 24/7).
¿Cuánta gente necesitamos para hacerle frente solo en este sentido? Por otro lado, está el tema del dinero. A pesar de que él siempre se queja de que los oscuros intereses son los que le «censuran», en realidad eso no es sino otra de sus mentiras. Ninguna de las asociaciones que han actuado activamente para cancelar las infames charlas del agricultor, algunas de las cuales soy miembro, gana dinero haciéndolo. Al contrario. Se invierten activamente recursos para frenar dichas charlas. Cuando yo realicé la charla de #EEEP en Madrid, a cargo de @escepticos, no solo no gané ni un sólo duro (cero, nada, niente, rien, nothing), sino que además la asociación tuvo que gastar dinero para que yo pudiera viajar y alojarme una noche en la ciudad.
Hacer una ruta como la que hace el payés para esparcir su mesianismo, que para él supone opíparas ganancias, para quienes luchamos contra su charlatanería y sus mentiras supone un gasto que en ocasiones es inasumible. Ojalá pudiera yo dedicarme profesionalmente a viajar de ciudad en ciudad dando charlas sobre cultura científica y desmontando las mentiras del gurú, refutando pueblo a pueblo las tonterías del calvo vendedor de crecepelo. Ojalá pudiera. Pero todos sabemos que no es posible.
1. Porque hacer eso no me reportaría ganancia alguna. Ni un duro.
2. Porque los viajes me los tendría que pagar yo.
3. Porque por cada charla que él da, yo tendría que dar varias.
No me rendiré. En plural mejor. No nos rendiremos. Pero si bien somos buena infantería, nuestras espadas están afliadas y nuestros escudos son sólidos, nosotros no somos soldados; tenemos que atender otros oficios, y el dragón es grande, poderoso y embaucador.
Y mientras nosotros seguimos luchando para cerrarle las puertas aquí y allá, él sigue amasando su tesoro en lo profundo de su caverna. Si alguna vez creéis que me pongo muy pesado, si alguna vez veis que me cabreo sobremanera con este tema, entended lo que acabo de exponer. Que luchando contra la pseudociencia somos muchos, pero el tiempo es limitado, los recursos lo son más. Y peor aún. No solo existe un dragón. Existen muchos.
Porque el agricultor es uno. Por afinidad, es el que más frontalmente combato yo en particular, pero hay muchos. Bioneuroemocionadores, monjas antivacunas, pseudomédicos ortomoleculares, reikistas, acupuntores
Son muchos, son fuertes, galopan sin detenerse, esparcen mentiras como si fuesen mesías, y se ganan la vida estafando.
Mientras la ley siga mirando para otro lado, tienen un punto de partida claramente aventajado. Es deprimente, es triste.
Pero es así.
Si les cortas la cabeza, son como la hidra, y les crecen otras dos. Es horrible.
La ley debe hacer algo, es imperativo. Yo no me rendiré.
Para hincarme de rodillas, tendrán que cortarme las piernas.
Él seguirá galopando, mientras se lo permitan.
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