Como hemos visto, ninguna orientación sexual per se es causa de problemas psicológicos, pero sí que parece ser un problema para la espiritualidad del ser humano según la faceta cristiana. Con el pretexto de alcanzar la plena moralidad impuesta por Dios, se han establecido varias organizaciones que llevan a cabo distintos tipos de terapias de reorientación sexual. Dicen que su éxito les avala y presumen de contar con el aval científico que justifica dicho éxito.
¿De qué garantía científica hablan?
Principalmente, de la que ofrecen dos estudios. El primero es el de un reconocido psiquiatra, R. Spitzer, que en 2003 publicó un controvertido paper en el que supuestamente demostraba la efectividad de la terapia de conversión.
Sin embargo, fue ampliamente criticado por la comunidad científica: el número de sujetos que componía la muestra era escaso y el grupo de tratamiento no se estableció por azar sino que fue compuesto a dedo por los terapeutas; otro grave problema fue el hecho de que los pacientes manifestaran actitudes positivas hacia la terapia y un excepcional sentimiento religioso, lo que supone un sesgo cognitivo muy importante. Además, los resultados se habían interpretado a partir de autoinformes obtenidos vía telefónica y no se realizó un seguimiento prospectivo tras la terapia para confirmar la orientación sexual de los participantes convertidos. Ante tales fallas metodológicas, el propio Spitzer se retractó de su trabajo declarando que había interpretado mal los resultados y que su estudio no ofrecía evidencia de que los gais pudieran cambiar su inclinación sexual. Tal fue su bochorno que, incluso, pidió perdón a la comunidad gay.
Tras el monumental fracaso de este paper, que aun así causó furor entre las webs cristianas y otras involucradas en la terapia de reorientación, se ha intentado superar las limitaciones del estudio de Spitzer. En 2011 sale a la luz “Un estudio longitudinal sobre un intento de cambio de la orientación sexual mediado religiosamente”. Sin embargo, el susodicho estudio presenta otro cúmulo de carencias: no hubo grupo de control, la muestra fue pequeña y no se conformó por azar sino que los distintos ministerios del Exodus International (organización cristiana estadounidense, formada por ex-gais) participaron activamente en la selección de los sujetos, quienes además manifestaron una profunda involucración religiosa que compromete los resultados.
Una persona que ha asistido a este tipo de terapia y que está motivada por las expectativas de su familia o congregación religiosa puede verse forzada a reconocer una orientación sexual que realmente no profesa. De ahí a que considerar la importante distinción que existe entre hacer lo que uno cree que debe hacer (buscar esposa, mantener relaciones heterosexuales y formar una familia) y lo que realmente le gustaría hacer.
Otra falta de rigurosidad consistió en permitir la inclusión en la muestra de sujetos que ya habían estado recibiendo terapia hasta un máximo de 3 años, por lo que llamar prospectivo al estudio es, como poco, impreciso. De los 98 participantes iniciales, 61 completaron la terapia, de los que tan solo 14 dijeron haber cambiado su orientación sexual. Sin embargo, las fallas metodológicas y el escaso control de terceras variables anteriormente mencionadas no permite siquiera dar por válida la conversión de este pequeño porcentaje de la muestra. Por si fuera poco, tampoco se especifica el tratamiento empleado durante la terapia, por lo que la falta de detalles hace que el estudio sea difícilmente replicable. Además, la base sobre la que se construye la terapia va contra el conocimiento respaldado por el consenso científico al considerar que “la orientación homosexual es el resultado de heridas emocionales combinada con la confusión espiritual que se puede resolver a través de la sanación por oración.”
Mis sospechas de proselitismo religioso subyacente al paper se confirmaron al comprobar que fue redactado por Stanton L. Jones y Mark A. Yarhouse, profesores de psicología con tendencias religiosas que participan activamente en instituciones cristianas.
Hay otros artículos que suelen ser mencionados por los proselitistas pero que no han sido publicados en revistas de impacto científico como Dios manda, así que podemos decir que, para desgracia de los fundamentalistas, los dos que acabamos de ver son lo mejor que tienen.
Por su parte, la Asociación Americana de Psicología hizo un análisis de 83 estudios publicados entre 1960 y 2007 resaltando que las personas que acuden a dichas terapias tienen una fuerte tendencia religiosa y que aun así los intentos de cambiar la orientación sexual son propensos al fracaso. También declara que el tratamiento no es inocuo sino que puede involucrar riesgos por aparición de estrés, depresión y pensamientos suicidas. Por último, concluye que los estudios sobre terapias de conversión presentan sustanciales deficiencias metodológicas y que los que son aleatorizados (los más rigurosos) muestran que la intervención no influye en la orientación sexual.
Pese a estas evidencias en su contra, aún podemos encontrar organizaciones que, haciendo oídos sordos, hacen referencia a este tipo de terapias con un admirable optimismo.
Por poneros un ejemplo, una organización que se hace llamar Asociación Católica de Psicología nos traduce un escrito de Richard Fitzgibbons que no tiene desperdicio. Éste psiquiatra estadounidense católico (que es elogiado injustificadamente por algunos cristianos como si fuera toda una eminencia) nos ofrece la cura de la homosexualidad con un margen de error insignificante y relaciona su origen con conflictos emocionales derivados de la niñez y que son producto de la soledad, la tristeza, una baja autoestima, la desconfianza y el miedo, entre otros; nos cuenta que las heridas emocionales invierten la inclinación sexual acercándose al planteamiento psicoanalista freudiano, que es pseudociencia. Pero no se detiene aquí, pues afirma que con psicoterapia de conversión y un poco de perdón y espiritualidad cristiana se pueden reorientar esas inclinaciones sexuales tan horrendas que Dios aborrece. ¡Y asegura que lo hace con casi un 100 % de efectividad!
Otro charlatán, muy conocido en España, es Aquilino Polaino, famoso por sus polémicas declaraciones sobre la homosexualidad y por las terapias de conversión que practicaba y a partir de las cuales surgieron testimonios informando del lastre emocional que sufrieron varios de sus pacientes. Como os habréis podido imaginar, este tipo es otro fundamentalista católico que demuestra tener la cabeza bien amueblada; de hecho, tanto es así que incluso ha publicado un libro en el que relata haber sido testigo de posesiones diabólicas y defiende la aplicación de exorcismos.
Con gente así suelta en la civilización y otros tantos retrógrados fundamentalistas con ordenador y wi-fi, no resulta extraño encontrar tanta parafernalia religiosa y pseudocientífica pululando por internet y difundiendo los mágicos e inexistentes resultados de las innecesarias terapias de reorientación sexual.
El último en posicionarse al respecto ha sido Barack Obama, quien recientemente ha pedido que se ponga fin a este tipo de terapias apoyadas por organizaciones conservadoras. Un informe de la Casa Blanca relata que la evidencia científica considera que la terapia de reorientación no es médica ni éticamente apropiada y puede causar daños substanciales.
Sin embargo, fue ampliamente criticado por la comunidad científica: el número de sujetos que componía la muestra era escaso y el grupo de tratamiento no se estableció por azar sino que fue compuesto a dedo por los terapeutas; otro grave problema fue el hecho de que los pacientes manifestaran actitudes positivas hacia la terapia y un excepcional sentimiento religioso, lo que supone un sesgo cognitivo muy importante. Además, los resultados se habían interpretado a partir de autoinformes obtenidos vía telefónica y no se realizó un seguimiento prospectivo tras la terapia para confirmar la orientación sexual de los participantes convertidos. Ante tales fallas metodológicas, el propio Spitzer se retractó de su trabajo declarando que había interpretado mal los resultados y que su estudio no ofrecía evidencia de que los gais pudieran cambiar su inclinación sexual. Tal fue su bochorno que, incluso, pidió perdón a la comunidad gay.
Tras el monumental fracaso de este paper, que aun así causó furor entre las webs cristianas y otras involucradas en la terapia de reorientación, se ha intentado superar las limitaciones del estudio de Spitzer. En 2011 sale a la luz “Un estudio longitudinal sobre un intento de cambio de la orientación sexual mediado religiosamente”. Sin embargo, el susodicho estudio presenta otro cúmulo de carencias: no hubo grupo de control, la muestra fue pequeña y no se conformó por azar sino que los distintos ministerios del Exodus International (organización cristiana estadounidense, formada por ex-gais) participaron activamente en la selección de los sujetos, quienes además manifestaron una profunda involucración religiosa que compromete los resultados.
Una persona que ha asistido a este tipo de terapia y que está motivada por las expectativas de su familia o congregación religiosa puede verse forzada a reconocer una orientación sexual que realmente no profesa. De ahí a que considerar la importante distinción que existe entre hacer lo que uno cree que debe hacer (buscar esposa, mantener relaciones heterosexuales y formar una familia) y lo que realmente le gustaría hacer.
Otra falta de rigurosidad consistió en permitir la inclusión en la muestra de sujetos que ya habían estado recibiendo terapia hasta un máximo de 3 años, por lo que llamar prospectivo al estudio es, como poco, impreciso. De los 98 participantes iniciales, 61 completaron la terapia, de los que tan solo 14 dijeron haber cambiado su orientación sexual. Sin embargo, las fallas metodológicas y el escaso control de terceras variables anteriormente mencionadas no permite siquiera dar por válida la conversión de este pequeño porcentaje de la muestra. Por si fuera poco, tampoco se especifica el tratamiento empleado durante la terapia, por lo que la falta de detalles hace que el estudio sea difícilmente replicable. Además, la base sobre la que se construye la terapia va contra el conocimiento respaldado por el consenso científico al considerar que “la orientación homosexual es el resultado de heridas emocionales combinada con la confusión espiritual que se puede resolver a través de la sanación por oración.”
Mis sospechas de proselitismo religioso subyacente al paper se confirmaron al comprobar que fue redactado por Stanton L. Jones y Mark A. Yarhouse, profesores de psicología con tendencias religiosas que participan activamente en instituciones cristianas.
Hay otros artículos que suelen ser mencionados por los proselitistas pero que no han sido publicados en revistas de impacto científico como Dios manda, así que podemos decir que, para desgracia de los fundamentalistas, los dos que acabamos de ver son lo mejor que tienen.
Por su parte, la Asociación Americana de Psicología hizo un análisis de 83 estudios publicados entre 1960 y 2007 resaltando que las personas que acuden a dichas terapias tienen una fuerte tendencia religiosa y que aun así los intentos de cambiar la orientación sexual son propensos al fracaso. También declara que el tratamiento no es inocuo sino que puede involucrar riesgos por aparición de estrés, depresión y pensamientos suicidas. Por último, concluye que los estudios sobre terapias de conversión presentan sustanciales deficiencias metodológicas y que los que son aleatorizados (los más rigurosos) muestran que la intervención no influye en la orientación sexual.
Pese a estas evidencias en su contra, aún podemos encontrar organizaciones que, haciendo oídos sordos, hacen referencia a este tipo de terapias con un admirable optimismo.
Por poneros un ejemplo, una organización que se hace llamar Asociación Católica de Psicología nos traduce un escrito de Richard Fitzgibbons que no tiene desperdicio. Éste psiquiatra estadounidense católico (que es elogiado injustificadamente por algunos cristianos como si fuera toda una eminencia) nos ofrece la cura de la homosexualidad con un margen de error insignificante y relaciona su origen con conflictos emocionales derivados de la niñez y que son producto de la soledad, la tristeza, una baja autoestima, la desconfianza y el miedo, entre otros; nos cuenta que las heridas emocionales invierten la inclinación sexual acercándose al planteamiento psicoanalista freudiano, que es pseudociencia. Pero no se detiene aquí, pues afirma que con psicoterapia de conversión y un poco de perdón y espiritualidad cristiana se pueden reorientar esas inclinaciones sexuales tan horrendas que Dios aborrece. ¡Y asegura que lo hace con casi un 100 % de efectividad!
Otro charlatán, muy conocido en España, es Aquilino Polaino, famoso por sus polémicas declaraciones sobre la homosexualidad y por las terapias de conversión que practicaba y a partir de las cuales surgieron testimonios informando del lastre emocional que sufrieron varios de sus pacientes. Como os habréis podido imaginar, este tipo es otro fundamentalista católico que demuestra tener la cabeza bien amueblada; de hecho, tanto es así que incluso ha publicado un libro en el que relata haber sido testigo de posesiones diabólicas y defiende la aplicación de exorcismos.
Con gente así suelta en la civilización y otros tantos retrógrados fundamentalistas con ordenador y wi-fi, no resulta extraño encontrar tanta parafernalia religiosa y pseudocientífica pululando por internet y difundiendo los mágicos e inexistentes resultados de las innecesarias terapias de reorientación sexual.
El último en posicionarse al respecto ha sido Barack Obama, quien recientemente ha pedido que se ponga fin a este tipo de terapias apoyadas por organizaciones conservadoras. Un informe de la Casa Blanca relata que la evidencia científica considera que la terapia de reorientación no es médica ni éticamente apropiada y puede causar daños substanciales.
Como ya hemos visto, la hipótesis principal que este tipo de organizaciones fundamentalistas repiten hasta la saciedad es que la homosexualidad no es una condición determinada por factores biológicos sino que, por el contrario, es producto exclusivo del aprendizaje temprano, reduciendo su etiología a una circunstancia meramente contextual. Esta es la única manera que tienen de justificar que dichas inclinaciones cuenten con la posibilidad de ser modificadas por medio de sesiones terapéuticas.
Pero, ¿es cierto lo que afirman o se trata tan solo de otra de las muchas tesis sostenidas por creencias y no por un cuerpo de evidencia empírica?
En un próximo artículo contestaremos a la cuestión de si la orientación o incluso la identidad sexual pueden explicarse bajo un marco biológico y no como consecuencia de crisis, traumas o demás problemas de origen emocional.
Pero, ¿es cierto lo que afirman o se trata tan solo de otra de las muchas tesis sostenidas por creencias y no por un cuerpo de evidencia empírica?
En un próximo artículo contestaremos a la cuestión de si la orientación o incluso la identidad sexual pueden explicarse bajo un marco biológico y no como consecuencia de crisis, traumas o demás problemas de origen emocional.
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