Continuación de “La homosexualidad no es un trastorno”.
Tras conocer las razones que nos llevan a excluir la homosexualidad de toda consideración mórbida: ¿quiénes somos nosotros para juzgar a los gais? ¿Os resulta esta pregunta un tanto familiar?
Recuerdo que aquellas palabras del papa Francisco causaron fervor en los medios de comunicación de todo el mundo. Pensadlo bien: el máximo representante de una institución tan conservadora e ideológicamente intransigente como la Iglesia Católica, rechaza que la homosexualidad deba ser merecedora de la desaprobación que ha recibido durante siglos, negando que los homosexuales no puedan llevar una vida acorde a la doctrina católica. Un notición, ¿no?
Pues no. En realidad, nada de lo que dijo contradice la doctrina de la Iglesia ni se postula contra el consenso clerical. Recordemos las palabras exactas que pronunció el papa:
“Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo? El catecismo de la Iglesia católica lo explica de forma muy bella. Dice que no se debe marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es tener esta tendencia.”
Y esto es cierto. Si nos dirigimos una vez más al infalible Catecismo podemos leer que “2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad". Es decir, el verdadero problema no es la orientación sexual sino el acto sexual en sí. Por esta razón, cualquier homosexual puede considerarse objetivamente católico, aunque para ello deba obedecer a su compromiso con la castidad y renunciar a mantener relaciones.
“Ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia.”
Ahora el mensaje del papa no parece ser tan revolucionario, ¿cierto? Aquella declaración que fue tan bien acogida entre librepensadores y medios de todo el mundo, realmente puede considerarse, incluso, insulsa teniendo en cuenta que sus palabras no supusieron alguna novedad respecto a la posición oficial de la Iglesia, que continuará reprobando el acto homosexual diga lo que diga el papa e interpreten lo que interpreten los medios de comunicación.
Es más, afirmar que el papa es progre resulta espantoso. Hace poco menos de 5 años, siendo aún cardenal y con motivo de un proyecto de ley en Argentina que permitiría el matrimonio entre personas del mismo sexo, escribió un texto en el que acusó al diablo de estar tras esa iniciativa.
Dijo que permitir el matrimonio homosexual puede herir gravemente a la familia y pone en juego la vida de niños que serían discriminados y privados de la maduración humana. Y a pesar de esto, muchos le consideran un verdadero progresista al que identifican como todo un héroe revolucionario en la Iglesia.
Es comprensible que la personalidad y actitud cálida que muestra frente a sus feligreses destaque por encima de sus predecesores, una percepción que incluso se ve incrementada si tomamos en cuenta el detalle de que es hispanohablante. Pero lo cierto es que se trata de un lobo con piel de cordero al que parar desenmascarar basta y sobra con recordar sus propias palabras.
¿Qué nos cuenta la ciencia acerca de las familias homoparentales?
Navegando por Internet me topé con un reciente paper, realizado por un sacerdote de la Universidad Católica de América, del que una web católica se hacía eco para echar pestes sobre la familia homoparental. El estudio en cuestión fue publicado en una revista que se hace llamar "British Journal of Education, Society & Behavioural Science", que tiene un nombre muy atractivo y sugerente pero que no posee ninguna filiación académica ni cuenta con una localización geográfica específica.
El título original del diario era "British Journal of Educational Research", un nombre elegido deliberadamente para ser confundido con el “British Educational Research Journal”, que sí goza de prestigio científico. De hecho, por este motivo ScienceDomain International, que es el editor, tuvo que sustituir el nombre para evitar repercusiones legales. Además, ScienceDomain International figura en Beall's List, que es una web en la se recogen todas aquellas publicaciones engañosas que se las dan de científicas pero que en realidad no ofrecen ningún tipo de rigurosidad ni verosimilitud.
Ahora pasemos a la ciencia de verdad.
Por el contrario, disponemos de estudios serios publicados en prestigiosas revistas, que conforman una extensa literatura científica que se muestra a favor de la tesis de que el bienestar de los niños es independiente de crecer o no en familias homoparentales.
“Hay una amplia evidencia que muestra que los niños criados por personas del mismo sexo les va tan bien como a aquellos criados por padres heterosexuales. Más de 25 años de investigación han documentado que no existe una relación entre la orientación sexual de los padres y ninguna medida de ajuste emocional, psicosocial y de comportamiento en los niños."
Esta conclusión ha sido ratificada por otros estudios que concluyen que los niños de parejas homosexuales tienen un desarrollo que entran dentro de la normalidad (Wainright & Patterson, 2008), tanto en los aspectos afectivos (Perrin, 2002) como cognitivos (Rosenfeld, 2010), por lo que no se diferencian sustancialmente de aquellos criados por heterosexuales (Chan, 1998). Tampoco se han encontrado evidencias de que la orientación sexual de los progenitores influya en la de sus hijos (Bailey, 1995; Wainright, 2004) conque esta creencia es un mito.
Sin embargo, la situación de los niños que viven en un contexto homoparental podría, incluso, mejorar si la relación de sus padres fuera social y legalmente reconocida (Hatzenbuehler, 2009; Pennings; 2011), por lo que el consenso científico también se muestra favorable a la aprobación del matrimonio homosexual.
Aquí, la Federación Española de Sociedades de Sexología, que en la actualidad representa a 36 sociedades científicas y cerca de 2.000 especialistas, ratifica que el matrimonio entre homosexuales no va a producir ninguna pérdida de derechos en ningún ciudadano y no comporta daño alguno para los sujetos que no lo son, ni en su estabilidad ni en sus expectativas.
Ante toda esta evidencia me pregunto por qué las webs católicas prestan atención tan solo a los aislados e inverosímiles estudios que soportan sus absurdos prejuicios e ignoran aquellos que las refutan. ¿Disonancia cognitiva? ¿Motivación proselitista? ¿Odio? ¿Quién sabe?
Lo que sí sabemos es que la enorme literatura científica aportada por diferentes instituciones y organizaciones académicas que muestran un consenso en sus resultados no encuentra ningún motivo, más allá de una simple convicción religiosa, para negarle la paternidad a un homosexual.
Continúa en la tercera parte.
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